El 23 de Marzo se coronó mi “Papito”, mi artista preferido. A los 11 días de caer enfermo. A los 5 de ser escuchado y hospitalizado. No era su turno en la línea de sucesión, pero las bofetadas de la vida llegan un lunes a las dos de la tarde, durante la peor distopía que podrías haber leído.
Se fue dando otro ejemplo de vida. Cual guerrero, se fue luchando hasta el último suspiro, con fortaleza, orgulloso y… pidiendo ayuda para respirar. No podía respirar, le faltaba el aliento vital. Un golpe de amor, le brindó un fin de semana lleno de esperanza ciega. Es el amor que siempre le acompaño, el de su vida, su compañera de viaje. Gracias a ese momento pudo sonreír por última vez, tal y como siempre hacía y nos recordaba.
Era grande en todos sus sentidos, era un Sol. Daba Luz a todo lo que le rodeaba. Daba igual que fuera madre, padre, hermana, hija/o, tía/o, prima/o, sobrina/o, amiga/o, cliente de un día, o de toda la vida. No llegó a ser rey y ya se había convertido en Estrella ((siempre estaba brillando para que otros pudieran dar su propia luz))
Mi padre era un hombre que se guiaba por un valor, el amor a su familia. Este era el pilar básico desde donde se alzaban sus sueños. Era generoso, bondadoso, comprometido, trabajador y autónomo.
Les vendieron la idea del “Estado de bienestar”. De un sistema sanitario, educacional, de trabajo y de pensiones que serían la estructura básica dónde las posteriores generaciones tendrían el privilegio de crecer (y desvalijar durante los últimos 20 años).
Mi padre ha tenido problemas de salud. Acrecentados por una descuidada y nada sobrenatural juventud, un trabajo donde se deslomaba tras la barra del bar, subiendo escaleras de aquí para allá y atendiendo dos calles a la vez. Se había abandonado por algo mayor que él, el cuidado de su familia y seguir el ritmo de un sistema caníbal que le impedía cuidar de su ser.
Cambió, reconoció el cuidado propio como algo que priorizar. Fue un camino largo, avanzó paso a paso y hace tan solo unas semanas, le habían informado de una gran noticia; ¡le ponían un stent para su problema de circulación!
Durante estas semanas de pandemia colectiva, estamos viviendo como las generaciones que crearon ese sistema de “bienestar” en España, los que aportaron desde su inicio a las arcas publicas su esfuerzo e hipotecaron su presente, se ven privados de camas en la UCI por no ser lo suficientemente jóvenes (<51). Se ven privados por padecer patologías que el propio sistema les ha fomentado. Se ven privados de atención durante una semana o directamente, son abandonados y se les solicita no molestar. Mayores que mueren solos y al cabo de días, encuentran sus cuerpos y en este caso, no es por coronavirus. Negligencias médicas en residencias de ancianos, aquellos “espacios de retiro forzado” para dejar de molestar en pro del crecimiento. Situaciones deshumanizadas y carentes de valores humanos.
¿No deberíamos honrar a quienes nos han dado la vida?
¿Cómo te sientes en una jaula de hormigón?
¿Cuantos latidos sientes a través de la pantalla?
Me niego a ver esto bajo los ojos del odio, del rencor, del dedo acusador. Buscar responsabilidades sociales, políticas, personales o divinas. De volver a buscar diferencias bajo la piel, esta vez, biologías o quizá genéticas. Me niego a arrugarme por dentro y dejar que crezca el miedo.
El individualismo es el que nos ha traído hasta aquí. Una sociedad tan cansada y vacía, que deja morir con tal de perpetuar su ego.
Por todo esto, pego un grito y llamo a la esperanza. Lo hago desde el corazón y lo llamaremos “La Esperanza del Corazón”, que habla desde el amor. Tiene un ritmo natural, propio, constante y orgánico. Nos alejaremos del mundo de las ideas y empezaremos a recordar lo esencial, el cuidado propio y sentir el fuego del hogar, el calor familiar y así, poder crear en comunidad. Esa tribu que has elegido o te ha elegido, pero por algo estas rodeada/o y eres querida/o. Nos cuidaremos y seremos conscientes de nuestros movimientos y de esta forma, escuchándonos, evitaremos lastimarnos y poder crecer en un sistema que tantas generaciones nos han tratado de enseñar. Este grito es para recordemos, no para que aprendamos nada nuevo.
En mi habitación de Madrid hay un sobre de azúcar que me recuerda estas palabras, lleva allí desde que llegué hace unos cuantos años y es especial, siempre ha transmitido el mismo mensaje:
«Los hombres pierden la salud para hacer dinero, y luego pierden el dinero para recuperar la salud, y por pensar ansiosamente en el futuro olvidan el presente, para en última instancia no vivir ni el presente ni el futuro. Viven como si nunca fueran a morir y mueren como si nunca hubieran vivido” – Dalai Lama –
La vida es eso, un suspiro, un momento. ¿Te lo vas a perder?
Hay quién ha perdido la vida para que recordemos lo esencial.
Esto ya da pena, hagamos que lo valga.
Familia, (n)os vamos a necesitar.
Buen viaje, Carlos!
A tu Salud!
Te quiero,
(M)
